Consiste en la recreación de un mundo no propio.
Es un trabajo sobre el tiempo. Una reflexión sobre el tiempo dentro del tiempo.
Fue encontrada en otro momento de nuestro país, en 1999, y es, para mí, emblemática de una época argentina.
La señora
Tratamos a
la realidad como si fuera una molestia. A menudo lo es, a menudo no nos damos
cuenta y ni siquiera advertimos sus alarmas, sus estrategias, sus
insinuaciones. No estamos alertas. Tal vez eso nos salve, nos ayude a cruzar a
nado el día, a no volver a pensar en él, a recordarlo un poco a ciegas,
confuso en la materia del pasado. Henry James hablaba de "la
delicadeza de lo real", esa instalación simultánea y perfecta que nos
consuela, nos cautiva o nos desalienta con uno solo de sus destellos. La
distracción, mientras vivimos, es un defecto de los tantos que
corregiremos, nos decimos, mañana. Y mañana es ese futuro promisorio en
el que resolveremos la vida, nos volveremos metódicos, aprenderemos a estudiar
nuestro estado de ánimo por las vetas de nuestras uñas. Pero la realidad llega
de nuevo. Y nada corregimos nunca.
¿Qué pasa
cuando una vida, otra vida, nos convida su distracción, su lenta postergación
de sensaciones puras, su penitencia diaria y diurna, su olvido, su sueño
protector de la vigilia, su errancia, su desequilibrio? No creo que lo
sepa un médium, intérprete y transmisor del momento, ni un biógrafo,
coleccionista lerdo de secretos, pistas que conducen al relativismo o a la
perplejidad, desperdicios. Quedan los artistas. Pero los artistas, con la
idealización puesta sobre esta casi mala palabra, están demasiado ocupados
realizando su propio descubrimiento, conquistando ese territorio en el que la
distancia cronológica vuelta historia indicará "innovación" o
"reposo". Innovación como dato discontinuo, feraz, irrupción de lo
propio en el dominio de todos; y "reposo" como tierna ocupación
artesanal de un territorio dominado.
Nadie
puede decir a cuál de esas categorías pertenece La señora, de
Luján Funes, pero cualquiera advierte en esta "puesta en presencia"
las fuerzas pugnaces de la vida y el arte en fuga. O, para decirlo mejor, con
palabras de otros, "entre el hastío de ser y el aburrimiento de
existir" la recuperación de ese paso, ese aliento, ese jadeo de la vida.
La vida de la señora, pasada, es, una vez muerta la señora,
el futuro del artista, que colecciona con celo fetichista sus fotografías, sus
pertenencias esparcidas, su caligrafía y su silencio. Pero, como ocurre
siempre, lo que el artista recauda nada tiene que ver con lo que da. Su
derroche es el que simplifica cualquier duda que el cínico tenga entre el
precio y el valor. La señora cuya segura vida burguesa Luján Funes
nos entrega con
toda la delicadeza que la realidad parcial permite extraer, usurpar, no es un
documento acerca de las condiciones de vida en décadas prósperas y adversas,
con esa sucesión de crisis políticas y económicas que incluso los adolescentes
pueden evocar ya sin mayores riesgos ni errores, sino un rito de resurrección
que debería estremecernos. Por medio de intenciones, anhelos, secretos y sobre
todo misterio, no tenemos que vérnosla con un cuerpo exhumado, desenterrado,
sino con el aire, el hálito, el tiempo y el espacio, los demasiados puntos
cardinales que una vida -otra vida, una vida anterior- exigen para que podamos
seguir viviendo la nuestra. Sí, dice Luján Funes con una intensidad que vuelve
todo vigilia: la atención es la soberana de estas privilegiadas señoras que nos
escarnecen: la imaginación, la inteligencia, la memoria. Atenta en doble
acepción, la que implica también amabilidad -tan necesaria para registrar los
rastros de una clase media orgullosa de su discreto pavoneo- Luján Funes
presenta una obra/vida con todos los matices y escrúpulos que el arte y la realidad
exigen.
Luis Chitarroni
1 comment:
hola Lujan....quiero saber el año de Miente al llorar....para viba festival...lo necesito medio urgente...
Besos y gracias!!!
C
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